La fama ganada por este negocio familliar de cocina tradicional y casera ha hecho que Casa Cofiño sea ya un clásico conocido más allá de los límites cántabros. Tanto es así que, en épocas veraniegas o de fin de semana, la cola de espera suele ser considerable. No obstante, merece la pena la espera tomando un vino en su barra, la cual comparte espacio con “la tienda de comestibles”. Sobre todo porque, a pesar de su prestigio, el mismo ni mucho menos se le ha subido a cabeza a sus dueños, dispensando un trato amable muy de agradecer y no tan común en establecimientos que lo tienen todo ganado. Además, siempre acompañado de una tapita de buen embutido, queso o similar.

Respecto a la carta, sus señas de identidad son su cocido montañes y su carne, si bien, toda ella es tan recomendable que el mejor acierto en locales como este es repetir viaje a Caviedes para probarlo todo…. Difícil elegir entre su cocido montañes con compango en cazuelita de barro aparte, sus rabas, anchoas del Cantábrico, el paté de hígado de oca, la ventresca de bonito, los mejillones en escabeche, la asadurilla, sus famosas y enormes albóndigas, su chuletón fileteado y hecho en su punto de una carne extraordinaria, su cabrito, el bonito o bacalao con tomate, croquetas caseras, huevos de corral con jamón, sus postres caseros de arroz con leche, flan, tarta de queso, almendras, chocolate, helado de pasas y ron con chocolate caliente… todo imprescindible…

Mención aparte merece su carta de vinos, reconocida y alabada no sólo por su calidad, sino por los ajustados precios de la misma. Se nota que este aspecto es, para los dueños, no sólo un apartado más del restaurante, sino una afición.

En definitiva, un establecimiento con una relación calidad / precio / trato de 10, de los que nos gustaría encontrar uno en cada pueblo.

Enhorabuena, Casa Cofiño.