Por fin nuestra agenda nos ha permitido acercarnos al Restaurante Cepa 21. Una visita a la casa de Alberto Soto, que teníamos tan pendiente como deseada y que, tal y como esperábamos y nos habían contado, no defrauda ni deja indiferente al comensal.

Podíamos definirlo como una contaste diversión gastronómica, con continuas sorpresas con platos que, a pesar de su innovadora puesta en escena, saben mantener su esencia y sabores originales, innovadores en su presentación, pero respetando la materia prima. Es, precisamente en ese juego, donde la diversión y los sabores ya entran a formar parte de la experiencia personal de cada uno.

El emplazamiento del restaurante y la bodega, en una ladera de la Ribera del Duero con unas vistas magníficas desde su terraza, ya invitan a tomarse un buen rosado de la casa en la misma mientras te compenetras con el lugar, cosa que hicimos a pesar de que el día no era todo lo soleado que esperamos sea en posteriores visitas para, además de ese vino, disfrutemos de un buen Gin Tonic post-comida en ese enclave.

Habitualmente, cuentan con un menú degustación y otro tradicional, de 50 € y 40 € respectivamente, que van cambiando por temporadas, con posibilidad de maridarlos con vinos de la bodega a la que acompaña su localización y otros bien elegidos. Como no queríamos perdernos nada, elegimos ambos menús para compartir y así probar de todo, y nos dejamos aconsejar por la maitre para su maridaje, que dicho sea de paso, realiza, al igual que el resto del equipo en sala, una labor y atención digna de alabar.

Como decimos, la descripción visual y sensorial de los platos entra ya dentro de la experiencia personal de cada uno, además que van siendo sustituidos según cambia el menú, pero para que os hagáis una idea de algunos de ellos, en nuestro caso fueron unos aperitivos en forma de minibocados, de patata brava con polvo de torreznos, brioche de tomate y sardina ahumada y croquetas líquidas de jamón buenísimas, como las de la croquetería gourmet de Valladolid (creación también de Alberto Soto), un mejillón escabechado que se come hasta la cáscara logradísimo, arroz meloso de carabineros y trufa, un ravioli con rabo de toro y parmentier de verduras, en el tradicional unos huevos de corral a la brasa con trompetas de los muertos y trufa…etc.. en las fotos podéis ver más y todo genial, si bien, mención aparte merecen sus postres, tan espectaculares como riquísimos, tanto la milhoja castellana con helado de vainilla y sopa de chocolate caliente, como la manzana en texturas, como el asombroso viñedo, una metáfora dulce con la uva y el viñedo donde el protagonista es una uva gigante de caramelo rellena con una espuma de queso y vino, con una presentación y puesta en escena magistrales.

Enhorabuena a todo el equipo de Alberto Soto por su buena labor. Volveremos.